AQUELLOS MAYOS DE ENTONCES
Estamos a treinta
de abril cumplido,
mañana entra Mayo
hermoso y florido
Esta mañana no he podido contenerme y he robado una rosa roja, fragante, en el espacio verde del común. La tengo aquí delante, mientras escribo, en un pequeño búcaro. Es de la clase de rosas que huelen como las de antes y que ya escasean. Confieso humildemente que en primavera soy, sin poder disimularlo, un ladrón de rosas. Puede que lleve razón Gala en que una rosa como la que tengo aquí encima de la mesa contiene todas las primaveras.
Desde la antigüedad, la llegada de Mayo, en el corazón de la primavera, “pífano y tambor”, invita a la fiesta y al amor. Los campos muestran su esplendor lujurioso y florido. Esto es más de agradecer en las Tierras Altas tras el largo invierno. Encaña ya la mies, cantan las alondras en las esparcetas y revive el monte. Los campesinos se ocupan de las huertas: acieman y mullen la tierra, que siempre responde generosamente con el fruto cierto, que, cuando llegue a sazón abastecerá en los meses siguientes la cocina y la despensa. Y el cazador furtivo sale al amanecer por la calleja con la perdiz de reclamo, cubierta con el tapabocas, hacia el chozo del cabezo. En los pueblos de la posguerra Mayo era un mes agridulce. Al lado del rostro amable y florido del despertar de la Naturaleza y de la proximidad de la cosecha éste era el mes en que se miraba al cielo con ansiedad esperando la lluvia y en el que solían empezar las escaseces. En la gran saca del somero apenas quedaba ya harina para un par de hornadas y ni siquiera blanqueaban aún las cebadas en las lomas; además el rimero de patatas, que era alimento básico, menguaba a ojos vista en el rincón y las patatas viejas estaban nacidas para la siembra. El refranero confirma este lado oscuro:
Días de Mayo,
días amargos,
los panes cortos
y los días largos
No se sabe bien el origen del nombre de Mayo. En el calendario romano era el tercer mes del año. Puede provenir de la diosa Maya -”bona dea”, la diosa buena-, hija de Atlas, condenado a sostener el mundo sobre sus espaldas, y madre de Hermes, una diosa asociada a la fertilidad y a la maternidad. En su honor, en este mes central de la primera estación del año, se celebraban en Roma unos ritos secretos sólo para mujeres. Entre nosotros ha derivado en el comercial Día de la Madre, en la fiesta de los mayos y en los concursos populares de las cruces de mayo, especialmente relevante el de Córdoba, con la batalla de las flores y los patios cubiertos de macetas y mantones de Manila, que son una preciosidad. En Castilla, plantar o pingar el mayo era una forma festiva -que algunos interpretan fálica- de rendir culto a la Naturaleza. Las tradiciones paganas se solapan, en todo caso, con las cristianas. La cruz donde murió Cristo y que encontró Santa Elena sustituye al totem antiguo. Del mismo modo la Iglesia quiso bautizar como fiesta de San José Obrero el 1º de Mayo rojo, el de la lucha de clases con banderas revolucionarias y el canto de la “Internacional” puño en alto. Como contraste, Franco sustituyó la fiesta obrera por la “Demostración Sindical” con los Coros y Danzas de la Sección Femenina. De mi infancia recuerdo aquellos altarcillos con flores del campo dedicados los sábados de mayo a la Virgen, mientras cantábamos:
Venid y vamos todos
con flores a porfía,
con flores a María
que madre nuestra es.
Los mozos acostumbraban a poner por la noche los “mayos”, ramos de flores, en las ventanas de las mozas mientras rondaban con sus guitarras y bandurrias por la calle de puerta en puerta. He aquí una pequeña muestra de los cantos de ronda:
Ha venido mayo,
bienvenido sea,
para las hermosas
y para las feas.
José Carrascosa, que fue conmigo a la escuela, recoge una colección de ellos en la revista de “Sarnago”. Ahí va una muestra:
Al pasar por tu puerta
mi burra se paró.
¿Quién diría a la burra
que nos queremos tú y yo?
En fin, las “letras de los mayos” solían acabar entre los huertanos de Murcia con esta copla:
Si no estás de acuerdo
con el mayo dado,
saca la botella…
y el jamón serrano.
En la ciudad hace tiempo que no pasa la ronda, ni siquiera quedan ya serenos, ni se le ocurre a nadie plantar el mayo en la plaza o poner a la moza amada el mayo florido en su ventana. ¿Será que, con la desaparición de la cultura rural, ha pasado el tiempo del romanticismo y de la lírica?