EN BUSCA DEL AVE NACIONAL DE ESPAÑA

por elcantodelcuco

Recientemente en el Reino Unido de Gran Bretaña, coincidiendo con la última campaña electoral, se montó un concurso, que suscitó tanto interés como las elecciones. Consistía en elegir el ave nacional entre diez finalistas. El amor de los ingleses a los pájaros, que demuestra su nivel de educación, tiene su expresión más ruidosa en el “Happy National Bird Day”. No he podido comprobar, cuando escribo esto, cuál ha sido al final el pájaro elegido, pero en las apuestas iba destacado el petirrojo. Así que me inclino, con poca probabilidad de error, por esta avecilla alegre, de la que ya me he ocupado aquí con detenimiento en otras ocasiones. No en vano el prestigioso “Times” de Londres destaca cada otoño en un recuadro de primera página su llegada a las costas del sur y todo el mundo se alegra con la noticia, casi tanto como yo cuando siento una mañana en el jardín la presencia de este pajarillo, que en Sarnago llamábamos “pichente” o “chinchín”, y que los vascos conocen como “txatxangorri”. Por cierto, este invierno su presencia ha sido fugaz, casi testimonial, lo que me tiene algo inquieto. En no pocos países, la decisión sobre qué pájaro representa mejor a la nación o es más popular y querido por sus habitantes, está resuelta hace tiempo. Daré una breve muestra de ello: Estados Unidos (el águila calva), México (el águila real), Argentina (el hornero), Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador (el cóndor), Alemania (la cigüeña blanca), Japón (la grulla), Irlanda (el chochín), Dinamarca (el cisne), Francia y Portugal (el gallo), Grecia (la lechuza), Noruega (el mirlo), Austria (el águila real), Bélgica (el cernícalo), etcétera.

En España no tenemos ave nacional, lo mismo que carecemos de letra en nuestro himno nacional. En esto somos algo peculiares. En algunos ensayos sobre la materia nos asignan, supongo que porque figura en el escudo, el águila imperial ibérica . Pero me parece que eso no tiene ningún arraigo popular, aunque se trata de un ave majestuosa, que debería figurar por múltiples razones entre las seleccionadas. Lo que propongo hoy aquí, a los seguidores de “El canto del cuco” es un juego. En realidad, un concurso. Me encantaría que respondieran a la siguiente pregunta: ¿Cuál cree usted que debería ser el ave nacional de España? O dicho de otra manera menos solemne: Si tuviera que elegir ¿con qué pájaro se quedaría? (No vale el chiste fácil de seleccionar a un pajarraco, que tanto abunda entre la clase política y al que más se dispara en tiempo electoral). La elección del ave puede ser por múltiples razones personales. Aquí valen los sentimientos y los recuerdos. Para hacerlo más divertido y menos restringido, pueden seleccionar hasta diez. Confieso que juego con ventaja, porque, desde siempre, desde mi más tierna infancia, los pájaros han formado parte de mi vida, y siguen alegrándomela ahora, tanto si los oigo cantar como si se posan cerca o levantan el vuelo. No hay día que no busque un nido de mirlo en los setos de la urbanización u observe el vuelo de los hocetes y de las golondrinas. Los pájaros son unos seres que nunca me dejan indiferente y que me transportan a la niñez perdida. Esa es la verdad.

Así que, después de darle muchas vueltas, estos son mis diez pájaros preferidos (el orden en que van no es necesariamente el de mi preferencia):

*El CUCO, por razones obvias y otras que me callo, pero sobre todo porque es el heraldo de la primavera y siempre me ha alegrado escuchar su cu-cu en la espesura del monte cuando alargan los días y termina el largo invierno.

*El BÚHO, sobre todo el Gran Duque, pero también el búho chico y la lechuza blanca. El búho es el ave misteriosa de la noche. Aquí en mi despacho estoy rodeado de búhos. Durante un tiempo, todo el que quería hacerme un regalo, me traía un búho, aunque, como no solían distinguir mucho lo que compraban, con frecuencia era lechuza y más de una vez, mochuelo.

*El PETIRROJO. Ya he explicado que es una de mis debilidades. Supongo que intento reparar mi culpa por haber cazado tantos “pichentes” en los cepos cuando era muchacho.

*EL PAPAMOSCAS CERROJILLO, que yo he llamado siempre “letuja”, por la misma razón. Alegre pajarillo, inocente, que llegaba a los zarzales con las primera moras a mediados de agosto y que caía en el cepo atraído irresistiblemente por la aluda.

*La PERDIZ roja, sueño de todo cazador, tan hermosa, de vuelo tan bravío.

*El JILGUERO, que nosotros llamamos “cardelina”. Lo elijo sobre todo por su inconfundible canto de cristal.

*La ALONDRA, que en primavera avanzada hace torres de música al amanecer sobre los sembrados y las esparcetas.

*El MIRLO, que en Sarnago llamábamos “torda” y que me despierta con su canto estas mañanas de primavera. Se fue unos meses, pero ha vuelto y abunda como nunca. Esto es ahora una mirlería.

*La URRACA, o “picaraza”, uno de los pájaros más inteligente y cercano, que construye el nido con barro y con techado y se lleva de la calle los objetos brillantes. ¿Quién no ha oído en Castilla hablar de doña Urraca?

*Y el ÁGUILA IMPERIAL ibérica, porque es majestuosa, porque es nuestra y porque viene de lejos en la historia.

Me quedo con las ganas de citar al humilde gorrión, tan cercano y familiar, a la paloma torcaz, que era brava y está domesticándose, al verdecillo o “perdiguín”, al pardillo o “pájaro del salegar”, a la “cuyalba”, al vencejo u “hocete”, al pito real o “pito barreno”, a la lavandera o “pastorcilla”, al milano, al azor, al gavilán y al ruiseñor, claro. Pero me contengo.

Creo que el amor a los pájaros es el comienzo de la civilización.