LA ESPAÑA VACIADA

Ha sido la mayor protesta del campesinado español desde la guerra civil. Puede que haya sido  la revuelta más significativa desde los comuneros de Castilla. Una manifestación pacífica, serena, valiente, multitudinaria, en el corazón de Madrid, “rompeolas de todas las Españas”. Las gentes  llegaron por todas las carreteras a la capital cargados de dignidad, sin actitud suplicante. Pedían justicia de buenos modos, como  acostumbra la gente del pueblo hasta que se le revuelven las tripas y se le sube la sangre a la cabeza. Me parece que falta poco para que esto suceda. Se equivocan los que desde los desvanes de la política y las salas de redacción piensan que se trata de una manifestación pasajera y hasta pintoresca, como cuando pasan las merinas por la Puerta del Sol.

Reproduzco aquí, corregido y aumentado, lo que escribí, en caliente, cuando llegué a casa, en el periódico “La Razón” para conocimiento general. Hay momentos en la vida en que conviene dar cuenta de uno mismo. Pienso que éste es uno de esos momentos singulares de la Historia en los que uno, cuando pasa el tiempo y observa las consecuencias, dice con orgullo a sus nietos: Yo estuve allí.

Era la primera vez que participaba en una manifestación desde mis lejanos años de la Universidad cuando nos enfrentábamos a la estrecha vigilancia de los “grises”. Acostumbro a huir del barullo y del alboroto. No suele conducir a nada. Pero esta vez tenía que estar allí, en la Castellana de Madrid, con la gente de la España olvidada, mi gente. Además de un legítimo desahogo después de tantos gritos desoídos, era una necesidad moral. No en vano pertenezco a la comarca de las Tierras Altas, de Soria, convertida en la más despoblada de Europa, con menos de dos habitantes por kilómetro cuadrado. Un desierto demográfico en lo que fue cabeza de la Mesta. Sé de lo que hablo. He visto de cerca cómo se convertía la patria de mi infancia en un cementerio de pueblos muertos, entre ellos el mío, a pesar de sus esfuerzos por sobrevivir. Y he escrito cientos de artículos y algunos libros sobre el final de la milenaria civilización rural. Así que tenía que estar allí, bajo la lluvia, acompañando a las gentes de la España vaciada, que no encontraban ni un urinario en todo el Paseo de la Castellana.

Había quedado con José Ángel González Sainz, Mercedes Álvarez y otros amigos, componentes del grupo más representativo de la cultura soriana, pero por más intentos que hicimos con los móviles fue imposible encontrarnos en medio de la barahúnda, la lluvia y el inevitable desorden. Pero es menester dejar constancia del compromiso total del mundo de la cultura soriana, en esta señalada ocasión, con las reivindicaciones del mundo rural. Algunos creemos que esta estrecha colaboración es imprescindible para el éxito de la operación.

La revuelta, montada por “Soria, ¡ya!” y “Teruel existe” ha encontrado una respuesta entusiasta en toda la España rural, poco dada, como yo, a las manifestaciones y los tumultos. Sólo piden justicia e igualdad ante los oídos sordos de los poderes públicos. Comunicaciones, escuelas, servicios sanitarios dignos…Lo importante es que esto nace desde abajo, sin ayuda de nadie. Pocas veces los presentantes de los partidos han sido tan orillados y pasados por encima con tanta educación. No eran bien vistos, y menos en vísperas electorales. ¿Qué han hecho por esta España rural, a la que ahora piden el voto? No es ésta la hora de exhibirse. Es la de pedir disculpas y arrimar el hombro. También  los medios de comunicación, que han vivido, como los políticos, de espaldas a este  problema crucial, que afecta además directamente a la vertebración de España. Ha sido más que abandono. Vaciar Castilla y Aragón, y sus alrededores, ha obedecido, eso pensamos muchos de los que íbamos el domingo bajo las pancartas,  a un estratégico propósito político de vaciamiento y desvertebración. De ahí la importancia de este levantamiento popular del 31 de Marzo.

Los impulsores de la revuelta repudian expresamente  lo de la “España vacía” y su lamentable interpretación del mundo rural como la España negra e inhabitable. Además, la expresión,  que ha tenido éxito,  enmascara a los responsables del vaciamiento. El vacío, como dice Machado, está más bien en la cabeza.