«LA EXCLUSIVA»
“La Exclusiva” era el popular carromato de antes de la guerra que conducía Santiago, el de La Fonda, y que hacía el servicio de San Pedro Manrique a Huérteles, hasta el chozo donde empalmaba con el autobús de Soria a Calahorra. Aún se conserva, creo, como objeto de museo y se exhibe una vez al año el día que se conmemoran con nostalgia los usos y costumbres de tiempos pasados. Cuando arrancaba en medio del mercado de los lunes, los niños se montaban unos instantes agarrados a las escalerillas de atrás que llevaban a la baca.
Ahora “La Exclusiva” es el nombre que han dado a un servicio de economía social, montado por Victoria Tortosa y Hugo Núñez, que consiste en llevar la compra con una furgoneta a los pueblos dispersos y medio deshabitados de la provincia de Soria, poblados en su inmensa mayoría por indefensas personas mayores sin coche y sin carnet de conducir, caseríos aislados donde viven los últimos resistentes. La iniciativa, impulsada por «El Hueco», verdadero centro dinamizador soriano, ha merecido la atención de la prensa nacional y tiene voluntad de expandirse, como servicio y como negocio, a un círculo más amplio de la España deshabitada del interior.
La venta ambulante por los pueblos y aldeas de las Tierras Altas, por caminos de herradura o, en el mejor de los casos, por carreteras sin asfaltar, viene de lejos. Estoy viendo en Sarnago a los arrieros de Aguilar del Río Alhama, de Igea o de Cornago con las caballerías cargadas de coletas o frutas y verduras de la huerta, o al inolvidable Mario de San Pedro que subía con frutas o cajas de pescado envuelto en hielo y las gentes acudían presurosas al oír el bando del alguacil. Y un día a la semana sigue llegando ahora mismo a los pueblos de El Valle y a los de otras comarcas, tocando la bocina, la esperada furgoneta del “pescatero” de Soria, del panadero de Valdeavellano o del frutero de Aguilar.
La novedad de “La Exclusiva” es que presta un servicio integral. Los vecinos entregan la lista de la compra y la organización, en la que colabora el hipermercado E. Leclerc, que se encarga del abastecimiento, supongo que en exclusiva, y del coste del transporte, lo lleva hasta los pueblos, la mayoría de los cuales carece aún de internet y de cobertura de móvil aceptable. Por eso, en no pocos casos, son los hijos desde la ciudad los que se encargan de hacer puntualmente la lista con el pedido. De esta forma, hay viejos que desisten de pasar el invierno en la ciudad, como tenían pensado, y se quedan en su casa del pueblo. “¿Dónde vamos a estar mejor?”, se dicen unos a otros. Y así se animan. Casi todos son, como digo, personas mayores, solas, con los hijos lejos. Cuando aparece la furgoneta de la compra, se alegran y salen a su encuentro. Además de alimentación, extiende el servicio últimamente a lavandería, librería y prensa.
“La Exclusiva”, si no estoy mal informado, lleva cuatro años funcionando y ha establecido ya cuatro rutas de reparto con unos veinticuatro pueblos cada una. En estos dispersos caseríos viven, en total, unos mil vecinos. Echen cuentas. Sale un media de poco más de diez vecinos por pueblo. Es la descarnada imagen de la muerte inexorable del mundo rural. De no cambiar las cosas, la mayoría de estos pueblos sorianos, que no hace mucho estaban llenos de vida, están condenados a desaparecer a plazo más o menos fijo. Gracias a esta iniciativa, que no deja de ser un remedio paliativo, que hace que la muerte sea menos dura, y un pequeño negocio -un volumen de 30.000 euros al año, más la subvención del supermercado, que hace el negocio sostenible-, sigue saliendo humo de algunas chimeneas. No es poco. Y los hijos, que viven en el piso de la ciudad, pasan el invierno más tranquilos. Pero es imposible no acordarme, llegado a este punto, del bullicio que levantaba entre la multitud los días de mercado “La Exclusiva” de Santiago, el de La Fonda, cuando se ponía lentamente en marcha.