EL HOCETE VUELVE SIEMPRE
Voy a ocuparme hoy de los vencejos, que Unamuno llamó criaturas celestes, a los que les basta con las alas. Avanzada la primavera, cuando la pandemia esté en franco declive, agitarán el aire de la tarde con su alegre algarabía. En mi pueblo los llamábamos hocetes, sin dar cuartos a la Academia, seguramente por la forma de hoz que tienen en el vuelo, con sus largas alas puntiagudas, de entre 42 y 48 centímetros de envergadura. El término vencejo lo reservábamos para el lazo de bálago humedecido con que se ataban los haces de mies. Traigo hoy a consideración al hocete o vencejo, aunque aún no haya vuelto de su invernada, porque acaba de ser declarado ave del año y porque es una preciosa especie amenazada, como las abejas o los gorriones, que nos acompaña, como ellos, desde antiguo en pueblos y ciudades.
La singular característica de este pájaro insectívoro, de color oscuro, casi negro, es que vive en el aire. Sólo se para para anidar. Nunca se posa en el suelo porque desde el suelo tiene muchas dificultades para levantar el vuelo con sus patitas cortas. Carlos Linneo -zoólogo y botánico sueco, creador de la clasificación de los seres vivos o taxonomía- lo llamó “golondrina sin pies”. Se pasa meses seguidos volando sin descanso. Come, duerme y copula volando. Es incansable y muy veloz. Acostumbra a volar en grupo y de forma ruidosa. Emite un chillido breve y agudo –“suiii”, las hembras; “sriii”, los machos- mientras el bando traza alegres arabescos en el aire. De noche se remonta hasta dos mil metros de altura. Cuando duerme, su aleteo baja de diez a siete movimientos por segundo. Se alimenta de insectos -es el mejor insecticida natural- que atrapa con su ancha boca abierta. Anida en los riscos, en las grietas de las paredes y en el hueco de los tejados, con una sola puesta por temporada de dos o tres huevos. Las crías abandonan una mañana súbitamente el nido, sin haber ensayado antes, y ya no vuelven más.
No hace falta advertir que el vencejo u hocete –“apus apus”- es un ave protegida, como su pariente la oscura golondrina de Bécquer. Nos presta un servicio impagable y nos alegra la vida. Según la Sociedad Española de Ornitología SEO/BirdLife, que lo ha elegido ave del año 2021, su población ha sufrido en España en doce años un declive de más del 27 por ciento. Se debe a la destrucción de sus nidos, a la mecanización y despoblación del campo, a la falta de hábitat en las ciudades y a los insecticidas. Pero siempre vuelve. No me olvido de las fechorías que le hacíamos de niño. Estoy viendo a Marcelino, El Chispas, y a Guille, El Tirachinas, obligándole a fumar, poniéndole en su bocaza abierta al pobre animal caído al suelo en el pórtico de la iglesia, un cigarro encendido, entre risas, como instrumento de tortura. Pero, descontadas aquellas infames travesuras, para muchos de nosotros el hocete o vencejo es el dulce pájaro de nuestra infancia.