El canto del cuco

Cuaderno gris de Abel Hernández

Mes: noviembre, 2018

«ESPAÑA 2018»

Me permito reproducir hoy aquí , sin poner ni quitar nada, el artículo que he publicado en el diario «La Razón» por si puede ser de interés para los seguidores de «El canto del cuco» de dentro y de fuera de España. Pretendo buscar la luz en un callejón sin salida a la vista.  Ocurre que cuando más se habla, se montan  comisiones oficiales, se multiplican los congresos y los encuentros de expertos y se ponen sobre la mesa medidas contra la despoblación, más avanza ésta arrasando pueblos y aldeas, que quedan vacíos. ¿Qué está pasando? Aquí trato de ofrecer una explicación, no sé si convincente, al aparente contrasentido.

Hace cuatro años el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), del que forman parte las 18 principales empresas del IBEX, elaboró un sesudo informe titulado “España 2018”. Los grandes hombres de negocios aseguraban que, en este plazo, con sus medidas bajaría el paro al 11 por ciento. Entre las propuestas para crear dos millones y pico de puestos de trabajo figuraban algunas que amenazaban la existencia de centenares de pueblos y aldeas. Se trataba de sacar de una vez a España del atraso secular y colocarla a la cabeza del progreso. Seguramente era una aportación realista y bien intencionada, elaborada por expertos de primer nivel, pero sin olvidar, como dice Arthur Miller, que “los que aman el dinero no lo regalan”. Capitalismo puro y duro.

Ahora es la hora de hacer balance. En este cuatrienio ha aumentado el empleo, aunque no tanto como ellos soñaban, y en lo que hace al mundo rural, sea por sus consejos o por la desidia programada de los poderes públicos, se han salido de lleno con la suya. El balance, cuatro años después, no puede ser más demoledor. La despoblación de media España ha avanzado sin control, arrasadoramente, como una catástrofe natural, y se ha convertido en el principal problema nacional.

La aportación política original que los hombres del dinero ofrecían al desarrollo rural, pensando siempre en la economía, consistía en aumentar el tamaño medio de los municipios para ahorrar seis mil millones de euros al año. Y en eso se está, me parece. Vamos a la concentración de ayuntamientos, con apoyos y estímulos de todo tipo a las cabeceras de comarca, y liquidación de los pueblos y aldeas de alrededor. ¡Que descansen en paz bajo las ruinas! En realidad, nada nuevo. Es un impulso a lo que ya se viene haciendo. Los pueblos sobran. Su mantenimiento es caro. Acabemos de una vez con ellos. Esa es la consigna. Convirtamos la España interior en un gran parque nacional, una reserva para turistas, un gigantesco coto de caza… Retiremos los servicios. Cerremos las escuelas. Liquidemos de una vez la maldita, milenaria y atrasada civilización rural. Demos paso a la cultura de la ciudad. Es el progreso. ¿Qué valor tiene en Bolsa la tradición o el alma de un pueblo? Ya lo sabemos: la de todos los pueblos juntos condenados a morir, ¡seis mil millones al año! ¿Cuánto pesa el alma de un pueblo, oculta bajo las ruinas? ¡Qué más da!

La “España 2018”, perfectamente diseñada hace cuatro años, nos deja un paisaje desolado de pueblos muertos.

 

PRESURA

En castellano “Presura” significa prisa, prontitud y ligereza con que se hace una cosa. La segunda acepción hace referencia al “derecho de presura”, el que tenían los campesinos en el norte de la península de asentarse en tierras yermas y abandonadas. Pero a partir de ahora el nombre de “Presura” quedará registrado como la II Feria Nacional para la Repoblación de la España Vacía, que se está celebrando en Soria mientras escribo y a la que nadie me ha invitado. O sea, que entro de rondón porque nadie me ha dado vela en este entierro. Así que escribiré de oídas. He seguido su desarrollo a distancia con el mayor interés. Me parece una buena iniciativa, muy oportuna, en un momento en que la preocupación por la catástrofe demográfica que afecta a media España alcanza por fin a los poderes públicos y hasta empieza a tenerse en cuenta en algunos medios de comunicación de alcance nacional, que hasta ahora la habían ignorado. Ha coincidido, en mi caso, con la semana en que los Clubs de Lectura de Soria han elegido mis “Historias de la Alcarama”, por iniciativa de la Biblioteca Pública soriana, como libro de lectura de todos sus socios. Vaya una cosa por la otra. Espero que los aplicados lectores, a los que agradezco vivamente su dedicación, habrán sacado algo en limpio sobre la vida de los pueblos, su decadencia y sobre lo que va de ayer a hoy. Ellos saben, como yo, que a Soria la salvará la cultura.

Por fin el Gobierno reconoce públicamente que “la despoblación es el mayor reto de España, el mayor desafío como país”. Lo ha dicho la ministra de Política Territorial, Maritxell Batet, en el discurso inaugural de este encuentro. A la hora del reparto del pastel a las autonomías habrá que tener en cuenta el sobrecoste de la dotación de servicios públicos -sanidad, educación, dependencia…- en la España interior, con una población escasa, menguante, envejecida y dispersa. Los presidentes de estas comunidades ya lo han planteado formalmente. Tras décadas de ceguera política, parece que entra ya de lleno en la agenda oficial. El Gobierno se compromete a poner freno a la hemorragia humana en los pueblos y a corregir la “brecha rural”, garantizando la igualdad de oportunidades. Hasta se dan fechas: el Comisionado para el Reto Demográfico, creado por el anterior Gobierno, se compromete a presentar en primavera el plan estratégico nacional para corregir el tremendo desequilibrio demográfico. La gran revelación coincidará, ¡ay!, con la campaña de las elecciones locales y regionales. Es normal que la gente se muestre desconfiada después de tantas promesas incumplidas, tanto abandono y tantas decepciones. Pero, en fin, parece que algo se mueve. La ministra Batet se ha atrevido a decir: “Vivir en el mundo rural no es un fracaso, sino todo lo contrario”. A ver cómo se revierte esto

El impulso a la esperanza en un mundo desesperanzado es la primera conclusión que se saca de esta feria, organizada por El Hueco, una activa empresa social soriana que pretende precisamente superar la supremacía cultural del mundo urbano y captar talento y ofrecer soporte a los emprendedores del mundo rural, entre otros servicios. Su tarea es encomiable, como se ha comprobado en “Presura” y en la tienda ambulante por los pueblos. Lástima que para hacerse los modernos utilicen nombrajos en inglés, en sus folletos y presentaciones: esas simplezas de “crowdfunding”, “El Hueco School”, “coworkers”, “Supermartes de Solarig”, “coworking”… justo en tierra de poetas y patria del castellano. Esta contaminación lingüística, tan extendida en el mundo de los negocios y en la publicidad, es una peste que convendría erradicar. Y, desde luego, es un argot completamente ajeno a la cultura rural.

Pero volvamos a la feria, recorramos las exposiciones -algunas llamativas y otras muy humildes- acompañemos a la “caravana de oportunidades” por las carreteras, sentémonos a escuchar en el “Ágora” y tomemos nota una vez más de los datos demoledores: en la España medio vacía, que ocupa el 53 por ciento del territorio nacional, viven dos millones y medio de habitantes, menos de nueve por kilómetro cuadrado. En comarcas de Soria, Teruel y Guadalajara el porcentaje se desploma por debajo de cuatro habitantes por kilómetro cuadrado. Es lo que se ha llamado la Serranía celtibérica. En la comarca de las Tierras Altas de Soria no se alcanzan los dos habitantes por kilómetro cuadrado, el mayor desierto demográfico de Europa. La cuna de la Celtiberia debería merecer atención preferente.

¿Cómo solucionar este problema del desequilibrio demográfico, que es, según el Gobierno, el mayor desafío que España tiene por delante? Pues, si me lo permiten, insistiré aquí de nuevo: sólo se arreglará con un gran proyecto global, respaldado por la Unión Europea, que incluya comunicaciones -autovías, ferrocarriles, acceso a Internet a alta velocidad…-, exenciones fiscales a las empresas, estímulos atractivos a la gente joven para que se quede o se vaya a vivir a los pueblos, decidido apoyo al turismo rural y al turismo cultural del interior, respaldo a la ganadería extensiva y a la industria agroalimentaria, campos de alta tecnología, etcétera. Todo menos remiendos y promesas. Que obras son amores y no buenas razones. Recuerdo: “Presura” significa prisa, prontitud, ligereza con que se hace una cosa. Pues eso.