LOS ÚLTIMOS VECINOS
por elcantodelcuco
El Zacarías y la Romana resistieron lo que pudieron, hasta que no pudieron más. Los años y los achaques tuvieron la culpa. Llevaban muchos años completamente solos en su humilde casa del pueblo, con su burro, su huerto y sus gallinas. Eran como robinsones perdidos en el monte, sin un alma a varias leguas a la redonda. Por el camino pedregoso y estrecho, cada vez más cerrado por la maleza, bordeando la Alcarama, acostumbraba la Romana a recorrer con su borrico cada dos semanas, hiciera frio o calor, las dos leguas largas que van de Valdenegrillos a San Pedro Manrique, cruzando Sarnago, en busca de suministros. El viajero que se aventuraba por estos páramos de soledad podía verse sorprendido con la imagen extraña y antigua de esta mujer diminuta sobre el burro, envuelta en un mantón oscuro. Era una estampa de otro tiempo y, al fin y al cabo, un signo de vida.
Ahora este último resquicio de vida humana se ha cerrado, lo mismo que se apaga la torcida del candil cuando se agota el aceite. Hacía tiempo que la salud del Zacarías, un hombre duro, como la raíz de las estepas, y terco como una mula, de más de ochenta años, se quebraba. Si no, no habría habido ser humano que lo hubiera arrancado de su rincón. Ni siquiera los hijos. Para él no había ningún sitio mejor para morir que su casa de siempre. La marcha paulatina del resto de los vecinos no le hizo cambiar de opinión. No importaba que las zarzas, los saúcos y la maleza se apoderaran de las callejas e invadieran las cocinas y los dormitorios de las casas derrumbadas, con los tejados hundidos. Así, durante años, este matrimonio se convirtió en un caso único, en un símbolo. Representaban los últimos resistentes de las Tierras Altas, pobladas de pueblos muertos. El fenómeno despertó curiosidad. Acudieron periodistas y televisiones a Valdenegrillos, una aldea en el monte, que perteneció al Ayuntamiento de Sarnago, en la que vivían, cuando yo era niño, más de cuarenta familias, gentes humildes y de carácter, labradores pobres, cabreros, pastores, leñadores y cazadores furtivos. Pero el Zacarías despedía a todos airadamente. No quería propaganda ni que alteraran su vida. Llegó a enfadarse un tiempo hasta con los curas de San Pedro, que de vez en cuando acudían a visitarlos por si necesitaban algo. Les acusaba de haberle robado el reloj, su único tesoro, que desapareció misteriosamente. “¡No me hablen, que me ofenden!”, llegó a soltarles un día, antes de que se aclarara lo del reloj. Seguramente el reloj ni siquiera andaba. ¡Para qué demonios necesitaban un reloj el Zacarías y la Romana, si allí el tiempo estapa parado, lo que con propiedad se llama tiempo muerto!
En el otoño, con la caída de la hoja, la salud del Zacarías se resintió seriamente. Hubo que llevarle al hospital de Soria, donde se repuso algo; pero no estaba ya para muchos trotes y menos para volver a la vieja casa del pueblo. Así que liquidaron las gallinas, vendieron el burro, cerraron la puerta, y un hijo, que vive en la capital, se los llevó a su piso antes de Navidad. Pero ¡qué pinta este hombre en la capital! Me cuenta Toño, el cura de San Pedro, que el hijo tiene un huerto en Los Rábanos, cerca de la ciudad y que allí pasa las horas muertas el bueno de Zacarías, con su azada al hombro, cultivándolo . Recordará seguramente su propio huerto allí lejos, al pie de la Alcarama, que nadie cultivará ya nunca, y al caer la noche, cuando regrese al piso, se acordará de su cocina con el fuego apagado. Esta es la historia de la muerte de Valdenegrillos.
Oi comentar que hubo un tiempo en que estos ultimos habitantes de Valdenegrillos vivieron en la ciudad, pero volvieron al pueblo…
Imagino que ese huerto es un oasis en medio del desierto para Zacarias…
Los hijos intentaron llevarlos con ellos a la ciudad; pero ellos siempre volvían a su rincón.
Quizá el verano les permita acercarse al menos unos días a su paraiso perdido!
Hace un tiempo, en una de mis rutas en bici por la Alcarama, pasamos por Valdenegrillos. Bajando por la pista forestal, buscábamos un camino, apenas una senda, que nos llevara a Navajún y de allí hasta Aguilar.
Mi compañero de ruta aquel día me advirtió, «en estas ruinas vive una pareja, pero si nos ven se esconderán, no quieren ver a nadie».
Aquel hecho me inquietó y esa misma tarde pregunté a gente en el pueblo acerca de la misteriosa pareja. Me hablaron de su negativa a dejar el pueblo pese a no tener agua ni luz y pese a haberles ofrecido una casa en San Pedro.
Vi también los vídeos de los programas de televisión que fueron atraídos por la curiosa historia y por fin pude ver la cara y oír la voz del Zacarías increpando a los que venían a molestarles en su voluntario retiro.
Recuerdo que aquel día atravesamos las calles (o lo que un día fueron calles) de Valdenegrillos cubiertas de zarzas hasta los tejados y sin rastro de vida, hasta que, a la salida del pueblo vimos un pequeño huerto cultivado, señal de que alguien vivía en aquel inhóspito paraje. También recuerdo la sensación o imaginación de que alguien nos observó desde algún escondite mientras anduvimos por allí.
Confieso que la visita a estos pueblos olvidados me produce además de una sensación de melancolía, una profunda atracción. Quizá sea porque en estas ruinas se esconde la voz, como dijo Karl Adhel, de aquellas culturas que fueron derrotadas.
Es verdad que les ofrecieron una casa en San Pedro Manrique, pero el Zacarías y la Romana rechazaron la propuesta. Gracias, Pedro, por esta valiosísima aportación de primera mano a esta historia.
Para San Juán del año pasado Zacarías ya no estaba por el pueblo, su mujer, Romana, iba y venía de Soria «a dar vuelta por la casa y por las gallinas». La tarde de ese día hicimos una pequeña excursión desde Sarnago. Una de las cosas que más me impresionó y me emocionó fue ver el «bardal», hacía muchos años que no había visto ninguno y me trajo buenos recuerdos de cuando era niño y subíamos a casa del abuelo Feliciano.
Sí, hacía meses que el Zacarías entraba y salía del hospital. La Romana ha demostrado con creces que es un perfecto modelo de mujer fuerte, de mujer-coraje. Los dos merecen nuestro respeto y nuestra admiración. Gracias, José Mari, por tu aportación y por el interesante detalle del bardal. Esta pareja vivió como vivieron sus padres, como vivieron nuestros padres y nuestros abuelos durante muchas generaciones.
Otra mala noticia para la provincia.
Otra señal del final de la cultura rural y de la muerte de los pueblos sin que cunda la alarma.
Poco tengo que añadir. Lo que más me hace sentir este relato es que «la soledad compartida es menos soledad».
Lo que es seguro, Chiqui, es que el Zacarías y la Romana han compartido la soledad hasta extremos increibles y que han sobrevivido sin dejar de quererse.
si alguien quiere ver al Zacarías acosado por unos imbéciles de un programa gilipollas de la Sexta, pongo el enlace:
a los reporteros no les interesa saber por qué estos vecinos no se adaptaron a la vida moderna, ni profundizar sobre el desarraigo y la soledad que han padecido muchos de los que tuvieron que cambiar el pueblo por la capital.Solo fueron a buscar alguna gracieta a costa del «loco».
Por razones de trabajo voy una vez al mes a Navajún, conocco a todos los vecinos pero de ese pueblo no paso. A ver si me llego alguna vez a Valdenegrillos…
Hombre, aquí los faltones son los que comentan de La Sexta, bastante irrespetuosos, pero el del reportaje no parece tener mala fe…
Personalmente estoy de acuerdo con Luis. Zacarías, un hombre perfectamente cuerdo, hizo bien en no prestarse al juego. La estúpida utilización de la Sexta, con sus gracias y sus risas, da pena. El mérito de Tele5 es sólo haber ido hasta allí, aunque Zacarías les frustrara el reportaje.
Deja un cierto sabor agridulce. Por un lado, ves que un tipo de sociedad desaparece paulatinamente; por el otro, está claro que esa no es forma de vida, aislados del mundo y en condiciones bastante precarias. Son restos de una manera de vivir que languidece, hasta que llegue el día en que no sea más que un acontecimiento del pasado, algo que solo cuenten los libros de etnología.
En cuanto al vídeo, con tal de buscar una risa fácil, a veces los reporteros son capaces de hacer cualquier idiotez. Alguien tendría que haberle gritado: «¡Te estás pasando! El Zacarías lleva mucha más carga cultural que tú a sus espaldas.»
Ese tiempo ya ha llegado, Javier. El caso de Valdenegrillos es uno de los últimos residuos de una forma de vida liquidada para bien y para mal. A mí lo que me interesa más y me impresiona es el dato humano, enormemente valioso.
No sé si lo más razonable es que Zacarías y Romana siguieran en su pueblo o no, pero, si estaban en su sano juicio y querían quedarse allí, eran un ejemplo de libertad, de valentía, y de amor por el lugar donde siempre habían vivido y la forma en que lo habían hecho, e incluso de amor entre ellos.
Lo triste es que sabemos cómo vivían, pero no cómo pensaban y por qué querían seguir viviendo así. Qué interesante sería poder acercarse a ese huerto donde ahora pasan las horas y hablar de la vida, del tiempo, de la soledad, de los sentimientos, de lo que les une entre ellos, o a su tierra… Sólo me atrevo a sugerirlo, Abel. ¡Hay tanta diferencia entre tu texto y los reportajes de las televisiones! Cómo indigna la falta de respeto, de unos “graciosos” sin gracia, que se burlan de un hombre que a su lado es un gigante, una persona digna a la que no interesaban sus minutos de televisión hueca…
Lo he pensado, Carlos, te aseguro que antes de escribir estuve tentado a localizar al Zacarías por teléfono y hablar con él. Lo dejé porque, conociéndolo, temí su desaire. Pero creo que, cara a cara, me aceptará. Así que entra en mis planes intentar, cuando sea posible, y tras algunas mediaciones, hablar con él y con la Romana largo y tendido. Lo contaré, claro, si ocurre
Seguro que querrán hablar contigo, aunque sólo sea porque es una forma de volver a su tierra. Sería tan interesante… Es que, gracias a la etnografía, sabemos muchas cosas de cómo se vivía, pero pocas de cómo se pensaba o se sentía. Nos quedamos esperando.
Pensando sobre este y otros post, dejo aquí unas reflexiones por si a alguien le apetece profundizar en ello.
«Deberíamos hacer un intento por crear una nueva sociedad, la sociedad que valora la utilidad social (felicidad, armonía, cooperación, ecología, arte, autorrealización) más que la utilidad económica (riqueza material).
Si alguien quiere leer más, le recomiendo : «Entre la diferencia y el bien común : los retos de una ciudadanía inclusiva» (Marta Ochman)
Siempre me han repateado los graciosillos que se ríen del ‘paleto’, cuando los ignorantes son ellos que no saben, entre otras muchas cosas, de dónde viene un huevo porque siempre lo han comprado en el supermercado.
Humoristas como los de la Hora Chanante con el personaje del Gañán, o Cruz y Raya, con José Mota parodiando a una mujer rural deberían dejarse de tópicos y de este humor fácil y estúpido.
Estoy completamente de acuerdo. Lo que pasa es que, cada vez más, ser de pueblo o tener algo que ver con el pueblo es un título que honra a la gente con sensibilidad y sentido común. Hay una vuelta romántica al pueblo ¿no crees?
Zacarías ha muerto.
Sí, Mikel, desgraciadamente ha muerto lejos e Valdenegrillos. Me enteré el día que fui a Soria y vi su esquela necrológica en la puerta de la catedral. Lo conté aquí. Y todos lo sentimos de veras.