ÉRAMOS POBRES, CON EL AIRE LIMPIO

por elcantodelcuco

Echo hoy mano del chat de los Hernández. Reproduzco, con leves retoques, un relato que ha enviado Miguel -Miguel Hernández, como el poeta oriolano- y que anda circulando por la red, al que añadiré por mi cuenta un breve estrambote.

La escena tiene lugar en la caja de un supermercado. Una señora le pide al cajero una bolsa de plástico para la compra. Y el cajero se lo recrimina.

-Señora, debería traer su propia bolsa de casa. Como usted sabe, las bolsas de plástico contaminan el medio ambiente.

-Perdone -responde la señora- , pero es que en mis tiempos no había esta moda verde.

-Ese es ahora nuestro problema -le replica el cajero-. Los de su generación no pusieron suficiente cuidado en conservar el medio ambiente, y así anda el planeta.

-Tiene usted razón -le dice la señora-. Como le digo, entonces lo verde no estaba de moda.

Y no pudo contenerse ante la impertinencia del cajero ecologista y se desató la mujer:

-En mi tiempo, las botellas de leche, las de gaseosa y las de cerveza se devolvían a la tienda. La tienda las enviaba de nuevo a la fábrica donde las lavaban y rellenaban. Así las mismas botellas recicladas se usaban una y otra vez. Por supuesto, no eran de plástico.

-No había escaleras mecánicas en los comercios ni en las oficinas. Subíamos y bajábamos andando por las escaleras. Por supuesto, íbamos también caminando a las tiendas en vez de ir en coche de 150 cv para recorrer doscientos metros.

-Por entonces, lavábamos los pañales de los bebés, porque no eran desechables. Secábamos la ropa en tendederos, no en secadoras que funcionan con 220 voltios. Eran verdaderamente la energía solar y la eólica las que secaban nuestra ropa. ¡Ah! Los chicos heredaban la ropa de sus hermanos mayores, sin comprar siempre modelitos nuevos.

-Entonces no teníamos más que una televisión pequeña en casa; no una de plasma en cada habitación del tamaño de una ventana.

-En la cocina molíamos y batíamos a mano, porque no había máquinas eléctricas.

-Cuando empaquetábamos algo frágil para enviarlo por correo, lo protegíamos con periódicos viejos arrugados, no cartones con bolitas de plástico.

-En aquellos tiempos, la podadora y la segadora de césped funcionaba a mano. No arrancábamos para eso un motor ni quemábamos gasolina. Y, por supuesto, no había soplahojas, esos horribles artefactos, que hacen tanto ruido y que contaminan el aire.

-Hacíamos ejercicio trabajando, así que no necesitábamos ir a correr a un gimnasio sobre cintas mecánicas movidas por electricidad.

-Cuando teníamos sed, bebíamos agua del grifo, en lugar de usar vasos y botellas de plástico.

-Recargábamos las plumas estilográficas con tinta, en lugar de comprar una nueva, y cambiábamos las cuchillas de la maquinilla de afeitar en vez de tirarla a la basura cuando se embotaba el filo.

-En aquellos tiempos, la gente tomaba el tranvía o el autobús y los chicos iban a la escuela andando o en bicicleta, en lugar de usar constantemente de taxistas a mamá o a papá.

-Teníamos un enchufe en cada habitación, no una regleta de enchufes para alimentar una docena de artefactos. Y no necesitábamos un aparato electrónico que recibía señales desde satélites situados a cientos de kilómetros en el espacio para encontrar la pizzería más próxima.

-Así que -concluyó la buena señora, mientras terminaba de meter la compra en la bolsa- me parece lógico que ustedes, los jóvenes, se quejen, y nos echen en cara continuamente a nosotros, los mayores, que no estamos al tanto de la maravillosa moda verde.

Si yo hubiera ido detrás de esta señora en la fila de la caja del supermercado, no me habría contenido y le habría añadido mis razones al joven cajero ecologista.

-¿Sabes, muchacho? En mi pueblo no había luz eléctrica, ni se conocían los plásticos. Tampoco había coches, ni motos, ni teléfono, ni agua corriente. Bebíamos directamente del botijo o del caño de la fuente. La leche se hervía en un cazo, recién ordeñada de las cabras. Íbamos siempre andando o a caballo. Segábamos a hoz o a dalle…Éramos pobres, pero teníamos el aire limpio. O al revés: teníamos el aire limpio, pero éramos pobres.